jueves, 20 de noviembre de 2014

Botas gastadas

Dejo mi encerrado encierro, alejándome de la linea fronteriza dentro de mi propia tierra, alejándome de esos alegres e ingenuos visitantes de pieles blancas.

Tomo la primera salida que conecta con el tren ahora clausurado de susodicha terminal, mi sorpresa solo continua cuando veo imitaciones de hoplitas protegiendo aun más las selladas entradas, protegiéndolas de hermanos suyos, de gente suya, razones suyas, obligaciones suyas, ordenes suyas, todo proviene de arriba.

Un sonoro silencio proveniente de maquinas veloces que corren mientras las otras maquinas vuelan cerro abajo, vuelan peñon abajo, vuelan bajo las sonoras ondas que los perciben y los guían. Aterrizan en negros y lisos empedrados de un lago de petroleo calmo.
Mi camino es largo, no por el siguiente lugar al cual trato de alcanzar, sino por el cerro arriba que he de recorrer. Mis pisadas son acompañadas por gente que vagabundea por un tren igualmente imparable en todo lo ancho del cerro. Cinco horas antes corría por registrarme en la historia de aquella terminal, corría, corría ignorante de lo que había pasado un poco antes, justo cuando el obrero llega a la obra y el oficinista llega a su oficina. Corría, y nadie me seguía, cuando minutos antes, escudos de poliuretano me hubieran seguido y aplastado solo por parecer viajero casual de la avenida. Corría, y corría con las manos vacías, cuando minutos antes, cualquiera podría traer fuego encerrado en una botella de whisky.

Pero ahora caminaba por unas calles, cuyos monstruos metálicos de pies redondos corrían con toda furia acompañando un silencio de mortandad, acompañando un silencio de tensión, acompañando luces de colores opuestos.

Al alcanzar la siguiente estación, al norte de aquella de aves voladoras, clausurada una vez más por la paranoia de la ciudad vibrante, mis pies se sienten cansados, se sienten indignados por un camino que jamás planee; cansados como una raza que conozco desde hace poco, que conozco solo un poco; indignados como un pueblo que no termina de indignarse por completo, que debería indignarse, si, que debería indignarse. No queda mas que seguir patinando en aceras solas, y a la vez ,acompañadas de viajeros que han bajado del tren antes de su destino.

Mis botas ya están gastadas, no por el camino de hoy, pero si por el camino de todos los días. Gastadas, muy gastadas, como las almas y las palmas de la gente que hoy se levanta, que tiene esperanza, pero que el camino les ha cobrado en deleite de reyes sin rostro. Ahora también se que el pavimento se deleita alimentándose del caucho de segunda de mi calzado.

Llego a la calle de Peniques, entrada hacia el tren que me llevara a mi hogar, aunque también mis botas gastadas podrían llevarme, es cierto también podría llegar a mi hogar con mi propio pie.

viernes, 22 de agosto de 2014

Déjame

Déjame probar mi locura.
Déjame escuchar tus suspiros junto a mi oído.
Déjame tomar tu mano mientras busco tu intimidad con la otra.
Déjame escuchar el placer que me provoca que yo te provoque placer.

No me dejes descansar en tu pecho menos de lo que la eternidad manda.
Mientras sostienes mis manos, puedo sentir como vibran las tuyas, déjame llevarlas a mi espalda para que me abrace el fuego de tu calor.

Pero que perturbante tortura es aquella a la que me has condenado.
Permíteme disfrutar la tortura que me provocas, permíteme probar el néctar que florece de tu boca para complacer mi dolor infinito.

Déjame sostener tus suaves piernas contra las sabanas a las que nos acurrucamos.
Déjame recorrer cada nervio de tu cuerpo. Cada uno de los que revoluciones más y más tu motor.
Cada uno de aquellos que me haga estar fundiéndome cada vez más y más en ti.
Cada uno que me permita perder más el frío al camino de vuelta.

Déjame quedarme aquí.
No permitas que nuestras armaduras las vistamos de nuevo, y deja que nuestra pieles hablen y nuestros latidos griten.
Déjame dibujar cada rastro de tu geografía humana, no me dejes olvidarla.

Déjame ir, pero no me dejes ir.
Déjame besarte, pero no me dejes besarte.
Déjame olvidarte, pero no me dejes olvidarte.

Déjame… solo déjame.

miércoles, 30 de julio de 2014

Lila

Ella es Lila, una chica de 25 años, que está esperando en la estación del metro Polanco al tren que arribaría y la llevaría a su casa. Es una chica que le gustaba escuchar Zoé en su iPod cuando está triste, y en este momento trae puestos sus audífonos con el volumen en lo más alto. Y también es una chica en cuya mejilla rueda una lágrima debido a que 30 minutos atrás, su novio la ha dejado por otra, una mujer 10 años más grande que ella, casada y con hijos. Ella pensaba: “Todos los hombres son unos idiotas, unos perros y los odio”. Ella también tiene un cuerpo y cara bonitos, nunca ha dejado de ser observada y acosada por todos los hombres que ha conocido y con cualquiera con el que se ha topado en la calle, por lo que es normal que en su mente pasen pensamientos como los que acaba de pensar.

Enfrente de Lila, en el otro lado de la estación, está Juan Angustias, y sin ser particularmente atractivo, ha robado la atención de Lila, ella lo describe mentalmente pensando: “Es un chico de mi estatura, rapado, con lentes que se consiguió cerca del metro Allende, trae camisa a rayas blancas con azules, pantalón de mezclilla azul marino, que no combinan para nada, botas negras, con una mochila igualmente azul. A  ese chico le gusta el azul. Está parado apoyándose de lado en la pared, se nota que esta triste, tal vez lo esté tanto como yo”. Entonces Juan Angustias, que tenía su mirada puesta en los durmientes de la vías, volteo y la miro a los ojos, apenada y aun triste ella desvió la mirada por un par de segundos. Ella se ha decidido a verlo nuevamente, él ha fijado nuevamente sus ojos en las vías del tren, pero cuando se da cuenta que es observado, corresponde la mirada de Lila con una pequeña sonrisa, con la cual ella reacciona a su vez sonriente. Ambos escuchan el pitido del tren que se acerca,  y él se despide ligeramente con una mano.


Una vez que el tren ha partido, Lila se queda sola en la estación, todavía esperando el arribo del tren que le conducirá a casa, pero ahora no está triste, ahora alguien le ha sonreído.

Regreso de la escuela

Estaba Juan Angustias en su camino de regreso de la escuela,  cuando bajando del subterráneo que lo llevaba a su casa, se dio cuenta que caminaba con una enorme multitud a una sola dirección, posiblemente todos los  que estaban en su regreso de la escuela y trabajo, siempre viendo la nuca de todos, nadie se dirigía en sentido contrario. Jamás se había dado cuenta de eso, y no tenía idea de porque sucedía, y pensó: “Realmente no importa”.

Al día siguiente, al tomar nuevamente el subterráneo que lo dejaría en la escuela, se dio cuenta otra vez de la misma situación del día, vio otra vez una multitud de nucas, algunas bien peinadas, otras rapadas, con peinados extraños, el cabello parado, con calvicie, de todo tipo de nucas vio. Y de igual forma, no vio a nadie que se dirigiera en sentido contrario a donde él y todos iban, probablemente a la escuela, al trabajo, a citas importantes de negocios, no lo sabía él. Pero pensó: “¿y si el que va a otro lado donde no vamos nosotros, simplemente ya lo pase de largo? Entonces volteare, y seguramente si veo una nuca, de cualquier tipo y peinado que tenga, sabré que esa persona va a otro lado diferente a donde yo voy”. Y así volteo, y nuca nunca vio, pero eso sí, muchos y muchos rostros. Rostros, que miraban al suelo, serios, cansados, algunos de ellos hablaban por teléfono, otros venían platicando con otros rostros, pero ninguno de ellos dejaba de tener una expresión triste o enojada. Entonces, Juan Angustias, se regresó la mirada hacia donde él iba, y su rostro se volvió largo y triste, pensó él: “Creo que me siento triste”.


Cuando Juan Angustias, termino ese día con sus clases y tomo otra vez el tren de regreso a casa, se topó por tercera vez con ese mismo escenario que había visto la mañana de ese día y la noche del anterior, solo podía ver otra vez la multitud de nucas, algunas bien peinadas, otras rapadas, con peinados extraños, el cabello parado, con calvicie y algunas con tatuajes, pensó él: “Aun me siento triste”. En ese momento se le ocurrió una brillante idea, y literalmente fue una brillante idea, porque se detuvo y empezó él a resplandecer entre la multitud, casi como el Sol saliendo por el horizonte en una mañana completamente despejada, pero, todo el mundo seguía caminando y nadie lo observaba, entonces volteo a mirar los rostros que miraban al suelo, serios, cansados, y también a los que hablaban por teléfono y platicaban entre sí, pero nadie lo miraba. Pensó él: “¿Tal vez deba dejar de estar triste?” Y el rostro largo y triste que tenía Juan Angustias desapareció, para mostrar a todos la dulce sonrisa y los hoyuelos que se le hacían debido a ella, fue  cuando así, brillante en más de un sentido, todos en esa multitud bien formada lo vieron, y le devolvieron la sonrisa todos y cada uno a Juan Angustias, con su propia sonrisa resplandeciente, haciendo del amanecer que había iniciado Juan Angustias un medio día, eso en una noche después del trabajo, la escuela o de donde sea que provinieran esa multitud de sonrisas, y a donde sea que el viento las llevara.

martes, 22 de julio de 2014

LSD

Noche estrellada que guarda aquel lugar, me veo entre escalones de concreto que miran hacia un escenario de árboles altos y viejos. Sigo de frente, hacia un par de edificios hechos ruinas, víctimas de la industria y del abandono, sucias se pueden ver aun en la ausencia de luces, ausencia que solo la noche podría traer.

Camino en esas gradas, dirigiéndome siempre a las viejas construcciones, elevo un momento mi mirada y puedo apreciar cómo se funde el cielo y la cima de ambas construcciones. Mi mente, ese instante se siente relajada, mi cuello de igual forma, pareciera que se acuesta en una suave cama, es una sensación terminante, casi gloriosa. Bajo mi cabeza para no trastrabillar y mirar mi camino que finalizaría con las gradas, pero un sentimiento de anhelo me obliga a levantar otra vez mi mirada hacia las eternidades del cielo raso, observar nuevamente la cima de aquellas ruinas abandonadas.

Una sensación auténticamente mejor que la mezcalina y el LSD de hace 8 horas, mejor que cualquier droga, chute o hierba que hubiese consumido desde hace 4 años. Podía sentir lo libre que era ver hacia aquel escenario en las alturas, lo relajado que se ponía cada musculo de mi cuerpo mientras proseguía mi caminata, como si un sueño lo estuviese viviendo conscientemente, no tenía la menor tensión en ese momento, como se libera el esfuerzo del suelo excavado y este se abunda o como cuando terminas una ducha después de 2 horas de intensa actividad física y seguida aun de unos momentos con la mujer más erótica con la que hubieses estado en la cama. No se sentía como un orgasmo, pero un equivalente a lo mismo.

Seguía caminando, con los ojos bien puestos en lo más alto del cielo, cuando al siguiente paso, como cuando una noche de copas estas completamente consciente de tu rededor pero se acelera todo conforme el licor se inyecta en las venas, de esa forma, mi mente desbordaba ya de mi cuerpo,  no me importaba como me tambaleaba y empezaba a dar vueltas ese paisaje, solo quería seguir sintiéndolo. Tanto, tanto placer en un simple momento, consciente de que caía, pensaba que lo que observaba era exactamente lo mismo que una cámara de video dirigida al cielo y que empujada, su consecuencia es que el trípode donde se sostuviera, perdiera el equilibrio y terminase en el suelo volviendo todo lo firmemente vertical y firmemente horizontal en revés, siendo lo horizontal vertical, y lo vertical horizontal.


No recuerdo más, ni quiero acordarme de más.

martes, 1 de julio de 2014

Pequeña Tortuga

No puedo escribir ese máximo sentimiento que los grandes poetas y que nuestro padres suelen expresar, porque tal vez estén incapacitadas mis manos y mi boca para expresar eso. Pero el cariño que te demostré esa vez con las mismas inexpresivas partes, fue auténtico y real, y la duda no estaba en mi, no había rastro alguno en esos instantes. Fugaz, sí, pero de la misma forma yo no olvido las sensaciones tan ridículamente pasionales y arrebatadoras que tu figura fantasmal provoco en mí esa tarde de verano.

Tal vez ni si quiera mi corazón este capacitado para esas cuestiones, lo que si, es que creo que es una decisión, y tal vez perdí el tiempo. Mucho tiempo. He perdido tanto tiempo, que solo un cobarde escribiría de forma pública y anónima como lo hago en este momento, y admito que lo he sido y lo soy. He tomado la decisión de no decir las grandes palabras que muchos deberíamos anhelar para ser felices, he tomado la decisión de no tomar la decisión. No en esta vida. Pero, tal vez, por un momento, en el libro de nuestra biografías, la mano divina que las escribe, coincidió en que unas lineas fueran nuestras, unas lineas que aunque nos han causado un poco de dolor más en uno que en otro, si es que ha habido alguno, tal vez podría decir que más en mi alma, por la impotencia del tiempo perdido. Aunque del susodicho dolor de la misma alma no es cuantificable ni comparable, por lo que solo un idiota como el autor de estas olvidadizas palabras podría aseverar. 
Bien, hay que admitir que cualquier mal que exista, realmente es una ilusión, y que yo ahora, como el día siguiente a tus abrazos, siento algo realmente memorable, satisfactorio y resplandeciente en esos párrafos en los cuales nuestros biógrafos coincidieron.

No seré el más cercano, y tal vez jamas lo sea, y tampoco es que lo desee. Sonara egoísta, pero solo puedo prometer nuestra amistad y cariño habrá de quedar, quizá para volver a unir nuestras historias y entretener el ocio que tanto provoca en la ocasión y en el ocasionado. De esto, tal vez tu pienses lo mismo, y si no es así, entonces sigo siendo el tipo más tonto que conozco.

Tal vez sea una simple fijación por mi falta de experiencias, pero es bien cierto que en mi mente no dejas de recorrer los pasillos de esta cabeza de chorlito. Tal vez fuiste tu, tal vez fue la situación, no lo se, pero me enseñaste que puedo llenar por un pequeño instante el vació que reconocía ayer infinito, y hoy, puedo decir que se lo que deseo. ¿Cuántos días me habré preguntado esa existencial pregunta?

Hoy, pequeña tortuga, cual tus ancestros han llegado a esta playa y han decidido irse a vivir de nuevo al mar, has decidido tomar el mismo hogar, alejándote de esta playa en la que topamos nuestras narices. Quizá vuelvas, 1000 años después, cuando las arenas de este lugar sean de otro color. Quizá no vuelvas, pero en mi corazón tu estás, por lo que pude aprender contigo, coincidirás conmigo que eso es mínimo, pero ahí estás, tienes un pequeño rincón en ese corazón que alguna vez creí se aventuro y sentí había muerto en acción.

A donde sea que vallas, pequeña tortuga, te deseo vivas maravillosas aventuras, que surques los cielos acuáticos con algún compañero que esté a tu altura, a una altura a la que no estuve mas que un solo momento, a una altura que te acompañe por lo largo de tu viaje. Te aseguro que si dejaste una huella en esta playa blanquecina, el agua no la hará desaparecer, porque yo he pisado la misma huella y se donde pisar para que vuelva a aparecer.

¡Hasta pronto mi bella y pequeña tortuga!

domingo, 22 de junio de 2014

Rendezvous

En un lago oscuro me pierdo.
Mis oídos y mis ojos se tapan al sonido y la luz.
Puedo apenas escucharte, como lírica en mi imaginación.
Mis sentidos me obligan a sentir, peri mi cabeza no reacciona.
Cada intervalo, cada infinito segundo me niego a aceptarlo.

Me levanto del suelo y volteo hacia todos lados. 
Aves e insectos me acosan en la hojarasca hecha un mar de gusanos. Me empujan en un acantilado repleto de voces aullantes y jadeantes.
Solo me queda un recuerdo en la dolorosa caída, solo me queda un faro por ver, pero es obvia tu ausencia. Es obvio tu vacío.

Un huésped que llego hace lustros. Indeseado y solemne a la vez. Un huésped cuya presencia se siente a la vez que su cuerpo fantasmal existe.
Aquel huésped que llego y no se va, que vive y no cumple sus deudas.
Siempre viviendo con él.
Siempre viviendo de él.
Siempre aprendiendo de él.
Siempre ocultándome de él.

Como el tormentoso y explosivo rugido de un volcán se aparece. Hierve el agua en contacto con su viscosa roca, siempre fluyendo hacia los valles de este lugar, enfriándose y cristalizando cada sensación, ocultándolos entre minerales salinos. Sal con sabor bírrico.

Juraría que se fue hace demasiado ya, pero las cenizas de su paso siguen tibias y penetrantes en el aire de estos rumbos.
Escuche que volvería por mí.
No deseo verlo.
No deseo quererlo.
Pero me obsesiona tenerlo.

Pequeñas punzadas recorren el hilo de mi espalda advirtiendo su llegada. Estupido y desenfrenada reacción toma mi acelerado cuerpo, para exiliarlo de una vez de estas escasamente benévolas tierras.
El Sol se oculta tras las nubes cuando se aparece, ni si quiera el astro se atreve a ser espectador de la trágica escena que acontecerá.
Un cielo marrón y gris es donde posamos nuestras miradas. La lluvia sucia y quemante cae a nuestras desnudas cabezas. 

Desaparece, por un instante, solo por uno se aparece. Jamás regresara me repito, y me repito, me lo repito una y otra vez, de la misma forma que lo hice está y la anterior vez, y la anterior a aquella, y aun la anterior a esa.

Ahora que se ha ido, estrellas doradas pintan la poco fértil tierra , pero son estrellas fugaces con un Sol que se decide por esconderse en el horizonte de esta jornada.

Así como el cielo de nocturno se pinta, el recuerdo vuelve y mis oídos y mis ojos se tapan a las voces y las imágenes.

sábado, 7 de junio de 2014

Debí besarle antes de irme

Sueño otra vez con ella, cada noche lo hago. Me despierta, me obliga a salir de la cama.
Me baño en agua fría, como lo he hecho desde niño, jamás me despertaría completamente si fuera de otra manera.
Me visto. Bajo al comedor. Mis padres ya están sentados, listos para ir a su trabajo. Mi madre tiene la misma tos mañanera de todos los días y mi padre siempre con la prisa por irse temprano.
Hoy termina la tercera semana de trabajo en la obra. Los topógrafos han definido el tercer frente y último, donde se trabajara hasta el final del proyecto. Me alisto para salir.
Botas de casquillo, puestas; Casco, en el coche; Chaleco, puesto; Radio, en el bolsillo derecho superior del chaleco; Celular, en el bolsillo derecho inferior del chaleco; Gafas, en el coche.
Llego al auto, ¿y las gafas y el casco? Veo a mi padre salir.
-¿Viste mis gafas y casco? –Le pregunto.
-No hijo, ¿no los dejaste en tu coche? –Me responde.
Un mes en tu primer trabajo y ellos ya no se fijan en lo que sea que hagas.
-Ma, has visto mi casco y mis gafas.
-No hijo, ¿no los dejaste en tu coche? –Misma respuesta, mismo motivo de ella.
Subo a mi habitación y les encuentro ambos junto a la PC, un tanto empolvados del día anterior. Los limpio con la camisa que traigo. Veo el reloj y ¡Sorpresa! Voy tarde.
El camino, lleno de baches que nadie ha pensado en atender. Una vez cerca de la obra, me estaciono y me pongo el casco blanco, distintivo de supervisores a los naranja de los obreros. Me coloco las gafas y empiezo la jornada de 11 horas de cada día desde que empezó el proyecto.
Imprevistos en la obra: Ninguno mayor. El plan de trabajo es asombrosamente bien dirigido por el ingeniero encargado del frente de trabajo donde soy parte de la supervisión.
Hora de la comida, sin problemas. Comemos rápida pero por mucho placenteramente. Nos contamos trivialidades y estupideces, nos albureamos, y contamos chistes entre mis compañeros como con los obreros que nos acompañan.
Antes de regresar a trabajar, le veo, solo por un instante, como dobla la esquina con horario de tren, exactamente a las 3:15 p.m., de la misma forma que lo hace todos los días. Es ella, a quien amo, a quien le dedico mis horas. Trabaja en un hotel 5 estrellas a 7 calles de la obra, como asistente del administrador general.
Anduvimos cerca de año y medio. Rompimos. Pero hoy la veré, después de estar separados por otros 4 meses. Espero ambiciosamente regresar con ella.
Termina la jornada a las 7:00 p.m. Antes de entrar al auto, me dice mi jefe el arquitecto aquel:
-Que tengas buen fin de semana. Y recuerda que ella solo te querría auténticamente si fueras el último hombre en la faz de la tierra. Ese tipo de mujeres solo son unas interesadas.
Tiene razón. Ella era así. Después de todo le compraba y hacia todo por ella, y jamás le importo. Incluso cuando tenía la última revisión de mi tesis para titularme, el lugar de la comida para celebrar, deje que ella lo eligiera. Fue lindo y estupendo, pero siempre fue ella la que mandaba sobre mí. ¿Por qué y si lo sé, como puedo amarla? Algunos dirán que es obsesión, otros que es locura. Si tuviera que elegir, preferiría decir que es locura, locura por ella.
Pase por ella a su departamento. Me esperaba en el pórtico, vestida como si no fuera a salir esa noche. Lo cierto es que de la obra con toda la suciedad que traigo, tampoco me veo como un galán que fuese a tener una cita memorable.
A pesar de la poca disposición que tuvo en semanas anteriores por vernos, hoy se veía diferente, con otra clase de actitud, más coqueta. Jamás le había visto tan coqueta, y ella fue sincera en aquel momento.
-Lo cierto, es que no vamos a regresar, y ya tengo a alguien que me provenga cada deseo que se me ocurra, pero no me satisface. Así que, puedes entrar y poseerme como si fuera la última mujer en este planeta. O puedes irte, pensando en el mundo rosa que siempre te has pintado tú mismo.
Una propuesta sincera y real. Sin mentiras, solo la verdad. Y a pesar de mi locura por ella, y mi deseo en llamas por su cuerpo ardiente, realmente sentí herido mi orgullo. Pensé unos segundos, quería quedarme, pero me fui sin voltear la mirada.
-Muy bien estúpido, nadie te va a amar –Me grito mientras algo se azotaba y yo iba camino al automóvil. “Solo un beso. Tal vez habría sido un buen trato, Solo eso” Pensé.
Cuando pienso por segunda vez, y antes de abrir la puerta del coche, regreso a la puerta de su departamento. Toco su puerta, abre ella, me mira como solo el placer de una victoria terminante se puede sentir. Le beso con todo mi deseo, caemos y rebotamos en el sofá y en el piso. Arrancamos cada prenda del uno y del otro. Las convulsiones de los cuerpos se hunden en un cielo raso de calor y furor.
Todo era sin pensar, tanque que ni nos habíamos fijado en dejar la puerta del departamento cerrada. No oímos los lentos pasos del que entraba, ni el corte del arma, nuestros propios gemidos ahogaban los tímpanos. Un metal frio toco mi cabeza, gire mi cuello para saber lo que pasaba. Y un hombre blanco con ojos azules me decía:
-Hoy se acaba la locura.

Cuando escuche el disparo, pase corriendo, salteando escombros y basura. Al entrar en esa habitación, un hedor amarro mi garganta y estrujo mi estómago. Tape mi nariz con un pequeño pañuelo que guardaba en el bolsillo del pantalón.
La imagen era patética, el cuerpo en descomposición, de una mujer de mediana edad en un sillón corroído por las ratas, y junto a la cama, en una silla, sentado en frente de un escritorio y encima de él revistas porno de hace muchos, muchos años, un hombre sin ropa interior, y cuyos sesos salpicaban las paredes y el cuerpo putrefacto, con un arma en una mano y la otra sosteniendo su miembro semierecto.
Salí de aquella habitación con un nudo en la garganta, no sé si provocado por la escena, o por el nauseabundo olor.
Me senté en lo que parecía un sillón de sala, y me puse a llorar.
Era a ciencia cierta la única persona que estaba viva. La única que podría haberme acompañado en este desértico planeta, y no llegue a tiempo, a tiempo para decirle que no estaba solo, que ya no estábamos solos, pero ahora, yo definitivamente lo estoy. Siempre lo había creído así, pero una pequeña esperanza había alcanzado mi cabeza cuando escuche sus gemidos. No me habría importado  encontrarlo haciéndose la paja, siempre y cuando estuviese con vida.
Nunca en mi vida había llorado tanto, incluso con la poca hidratación y pésima alimentación que podía darle a mi cuerpo, sentí lagrimas recorrer todo mi rostro. ¡¿Por qué?! ¡¿Por qué?! ¡¿Por qué?!
Todavía con lágrimas en los ojos, decidí recorrer un poco el lugar. Vi en las paredes muchos cuadros de fotos mal colgadas y otras tiradas en el suelo. Una muy particular me llama la atención: un gran estacionamiento y un edificio de un gran centro comercial, fechada con el 8 de Agosto del 2010. Junto a ella, abandonados como la misma foto, veo un casco blanco con unas gafas pegadas.
¿Qué esperanza puedo tener ahora?


Fin

lunes, 2 de junio de 2014

Mano Larga

11:30 a.m.

 Antes de salir toma de la pared que están colgadas, sus llaves, y la navaja suiza dentro de su ropero, aquella que le regalo el Tucas hace 3 semanas y una mochila Nike comprada hace 1 año en el mercado de Sonora. Se persigna ante el cuadro de la Santa Muerte a la salida de la vecindad.
-¡Orale mijo! –Le grita el Tucas. Se sube a la motoneta con sistema de sonido integrado.

12:27 p.m.

Llegan a la calle de Zafiro.
-Camara cabrón. Bájame aquí, yo me agarro a la güerita. Ahorita salga del cyber y perate en la esquina.
-¿Cuál we? -Dice el Tucas- Son dos.
-No mames, pues a la flaca esa, la otra ni siquiera se queda.
-Vas carnal, pero igual tarda. Ahí te aguanto.

12:59 p.m.

Ve a la chica salir. Un último golpe al último cigarro de la cajetilla que le compró ayer por la tarde el Tucas. Tira la colilla. Empieza a caminar. Pasa el letrero de “Hora x 15 Pesos”. Piensa: “Tiene como 17, seguro no corre”. Avista al Tucas en la motoneta esperándolo. Saca la navaja. Por detrás, la toma por el cuello y el brazo.
-¡Orale pinche güerita, ya sabes que pedo! –Le esculca el pantalón, le agarra un pecho, le restriega su rostro en el cuello, toma su mochila y el dinero que ella saca del pantalón. Se escuchan los pistones de la motoneta encendidos. Sale corriendo. Voltea para ver la cara aterrada de la fémina. Regresa la mirada a su compa de toda la vida, esa vida. Siente como si un bateador rompiera su marca de Home Run de la temporada en lo más amplio de su cara, rompiendo 5 de sus dientes, la nariz y tirándolo de nuca al suelo.

01:01 p.m.

Se le nubla la vista. Escucha la motoneta alejarse rápidamente. Insultos y más insultos suenan cercanos, gente que se para frente a él. Siente como si la mañana de la boda de su prima Rebeca, y la de la pelea más brutal del barrio, las viviese juntas y multiplicadas por 100.
–Ayudenme- Apenas un murmullo.
-¡Qué poca madre!¡Qué bueno cabrón!¡Llama a la poli!¡Nel, que se quede ahí!¡A la chingada!¡Mátenlo, por mano larga!
Lo bueno que tenía una fuerte contusión, porque la siguiente madriza habría dolido más si no existiese aquella última.

01:20 p.m.

De alguna forma, logro salir de esa colonia respirando, y salió precisamente en una calle donde, de poste a poste, una manta con letras azules anunciaba:
“ASALTANTE. SI ASALTAS EN ESTA COLONIA, SE TE VA A DAR UNA PUTIZA”

02:30 p.m.

5 calles caminando mal parado, 2 peceros y una combi después, llega a la casa. Abre la puerta. Lo ve su madre, la misma que trabaja de 7:00 a.m. a 2:00 p.m. de intendente en el Wallmart, con el uniforme escolar sucio y ensangrentado, con resto de moretones en la cara y brazos, y con una cara de muerto
-¿Qué te paso Marco? – Le grita asustadísima.
Triste, Marco le responde:
-Me asaltaron jefa. Como vieron que nada más traía pa el pasaje, me madrearon.
-Pinches manos largas, hijos de la chingada. Ojala los lincharan a esos cabrones.
¿Podía haber mentido con que se había peleado en la escuela, pero por qué lo hizo con eso? Pensó. Más cabizbajo, le siguió la corriente:
-Verdad que sí jefa.


Fin

jueves, 29 de mayo de 2014

Inmortales

Pilares erguidos que se imponen al cielo de esta tierra.
La palidez de alabastro ata en un abrazo mortal de una, al oscuro azabache de la otra.
Su existencia desafía la gravitación universal. Pareciera que dicen a los ojos de los no deseados visitantes:
-Corre, ¡oh tú! ¡Seguidor de la miseria y de la desesperación! ¡Aquí no entran tus dioses!
Fieles y extrañas a su propia forma, cada una parece fue construida con piedra de la misma cantera, y mortero de la misma arena, pero ambas de diferente arquitecto.
No existe lugar más sagrado, callado y tan ominoso, como lo es aquel, donde esos pilares aguardan.
Fui una vez ahí, solo y desconsolado. Abatido y derrotado. Triste y decepcionado. Y fue justo ahí, donde encontré algo que no buscaba, pero de igual manera me inspiro saciedad.
Desafiaron a los tiranos de sus tiempos. Aquellas torres de las cuales, las sales del tiempo se nutren todavía, no cedieron ante esos ridículos dueños del mundo. Permanecieron juntas, donde su abrazo mortal las convirtió en inmortales. Su armonioso equilibrio, venció al salvaje clima de esta tierra, o al menos ha salido victorioso hasta ahora.
Pude sentir su historia con solo pasar las yema de los dedos por las juntas y grietas de sus inseparables muros. Sentí, como la gemela de una, deseaba ser más fuerte para sostener a la otra y, que aquella deseaba ser menos una carga a la una.
El suelo se retuerce y gruñe por ver sus ruinas. Pequeñísimos cristales azules contienen las arenas de este lugar, pareciendo que el cielo tuviera un espejo el cual engrandece a los pilares.

Después tomo su otra mano, y las torres caen en un silencioso quebrar de las sabanas de este lugar, permitiendo que la historia de pie a nuevas maravillas en esta tierra.

domingo, 25 de mayo de 2014

Crónica de una pieza esperada

¿Cómo explicar quién soy yo? Pues solo diciéndolo. Soy un piano de cola Yamaha, que vive en la tienda de música más cercana al palacio de Las Bellas Artes. Normalmente así me presento cualquiera que pregunte, y en efecto, hay quien pregunta, pero por lo general la gente me ignora y solo unos pocos se atreven a tocar música en mí.
Podría pensarse que por la ubicación de la tienda y el tipo de piano que soy, tocan en mí a Back, Chopin o a Beethoven, pero es incorrecto si es lo que piensan. La mayoría de las personas son amateurs que apenas saben la escala música y al algunos arpegios. Poco común es se acerquen profesionales interpretes a tocar en mí los maestros antes planteados. Fuera de eso, soy el piano de la tienda, por lo que no me ponen en venta. De igual manera, los dueños actuales no vienen a probar mis a veces polvorientas teclas, y los encargados del lugar se les tiene prohibido probarme, a menos que un cliente lo desee. Toda la situación es un tanto decepcionante para un instrumento musical.
En fin. La historia o crónica, como sea que le ponga el sujeto escriba de estas líneas, es sobre Anastasia Belén Huerta: una contemporánea del arte musical. Ya sea por sus varias Sinfonías escritas y presentadas directamente del borrador, similar a Mozart; ya sea por sus interpretaciones en 15 instrumentos diferentes de música popular y clásica; o ya sea por la dirección de al menos 3 orquestas sinfónicas y filarmónicas, por al menos 2 años cada una de ellas, es un personaje que solo por la radio de la tienda ha podido cautivarme y maravillarme por completo, así como tener un deseo casi bestial (irónico porque no soy ningún tipo de animal) de sentir sus creativas manos en cada Do, Re, Mi, Fa, Sol, La y Si de mí ser.
Fue escuchando una de sus presentaciones en el palacio de Las Bellas Artes, cuando entro al lugar una mujer de baja estatura, piel morena y manos delicadas, tanto como el pétalo de una rosa, buscando un piano de cola (ya se pueden imaginar lo que viene a continuación).
El encargado, antes de atender a la mujer, le dijo con murmullos a uno de sus compañeros que, aquella mujer era la tan escuchada y única Anastasia Belén Huerta. Como podrán imaginarse, mi reacción a lo anterior fue de tal magnitud que…esperen un momento, ¿esté sujeto habla sobre las reacciones en un objeto inerte? Que despistado.
El caso es, se acercó Anastasia a mis no limpiados, por cerca de 2 semanas, dientes blancos y negros. Pidió un pequeño trapo y con el mayor esmero posible, evito hacer sonar una sola nota de mis 11 octavas, y limpio cada rastro de polvo en ellas. Abrió la tapa de mi cabeza para poder escuchar unos cuantos Doos, Soles y Sies. Después de probar algunos arpegios, mi cuerpo se encendía como volcán, urgiéndome que tocara un poco de su tanto y diverso conocimiento musical. Deseaba tanto escuchar de forma entera y fluida su experiencia en mí.
Anastasia solicito un banco para sentarse cómodamente a la orilla del mismo, a la usanza de cualquier pianista. Empezó a calentar un poco las manos, abriéndolas y cerrándolas, dando círculos con las muñecas y estirando un poco el cuello. La preparación era algo vital para ella.
Puedo recordar que tenía yo lo duda, si dar o no, mis sonidos en su máxima calidad, esto desde el principio de la pieza, o solo cuando fuese el climax de la misma. Si me escucharía ella como si fuera otro cualquiera, o como el viejo instrumento que su sonido ha envejecido pero no ha amargado. Tenía mucha duda, pero pronto ella se acostumbró a mi sonido y yo a sus delicadas manos.
A veces ella respiraba profundamente, mientras mis notas más graves y tristes dejaban mi cuerpo exhalar. Otras veces yo podía predecir la siguiente nota que fuese a sonar, pero solo en mente, porque sus agiles manos tomaban el timón y me conducían por las fieras, y bellas majestuosidades que su mente maquinaba.
Llego un punto de la pieza en el cual pude escuchar unos gemidos prácticamente inaudibles, que señalaban su ansia por mis voces y por querer llegar al clímax. Podía incluso sentir su fuerte pulso en cada pulso de las partituras imaginarias que traducía su cabeza, que ordenaba a los músculos de sus falangetas se movieran, que me indicaban que voz gesticular.
El clímax estaba por venir. Pasar del final de la entrada al “Concordio Allegreto y Andante” de su bellísima interpretación. Predecía una pequeña escalerilla de graves a cada vez más agudos al esperado momento, pero todo callo. Anastasia, sus dedos y mis voces se enmudecían ante el último La sostenido de mis 11 octavas, en el cual no se hallaba diente mío alguno. Al siguiente instante el encargado que esperaba terminase la pieza, al ver forzado el final, se acercó a Anastasia para avisarle que ya tenían listo su pedido. No ha vuelto a aparecer ella desde ese momento.
Toda la noche quede en vela, había sido estupendo, magnífico e increíble, pero ¿Qué tanto pudo serlo, si hubiese estado en su lugar, aquella, pequeña, humilde y tan importante parte mía?
No busco chivos expiatorios, ¿pero y si me hubieran concebido en el taller un poco más resistente, no habría desaparecido ese único La sostenido, y tendría una aún más impresionante crónica o historia, como sea que el sujeto que escribe la intitule, que contar? ¿Y por qué los encargados no me cuidaron lo suficiente para que ese único concierto, esa rara coincidencia no planeada, trascendiera en las páginas de la historia?
Quien menos culpa tiene es Anastasia, pero ¿cómo pudo olvidar que la última nota de la entrada, primera en el “Concordio Allegreto y Andante”, y única vez que se toca aquella en toda la pieza, no estuviera donde debía estar? Así habría evitado la maravillosa y tremenda experiencia de mi vida estuviese incompleta.
Solo deseo, que otro día, llegue Anastasia, la tecla de La sostenido este en su lugar y terminemos lo inconcluso aquella vez.


Fin

jueves, 17 de abril de 2014

...con otros no esperados sucesos.


¿Qué hay banda? Les traigo hoy un pasaje que en verdad me gusto mucho del libro que ando leyendo, siendo este ni más ni menos que el Quijote de la Mancha. De este pasaje les explicare absolutamente nada.
Si tienen ganas de saber de donde sale y porque este pequeño discurso de Marcela, pues lean el libro, ganenselo a pulso. Lo que si puedo decirles y admitirles, es que dice una muy gran verdad para aquellos que siempre la buscan. Sin más preámbulos, espero lo disfruten, así como yo disfruto leyéndolo.


-No vengo, ¡oh Ambrosio!, a ninguna cosa de las que has dicho. -Respondió Marcela- Sino a volver por mí misma, y a dar a entender cuán fuera de razón van todos aquellos que de sus penas y de la muerte de Grisóstomo me culpan. Y así ruego a todos los que aquí estáis me estéis atentos, que no será menester mucho tiempo ni gastar muchas palabras para persuadir una verdad a los discretos. Hízome el cielo, según vosotros decís, hermosa, y de tal manera, que sin ser poderosos a otra cosa, a que me améis os mueve mi hermosura, y por el amor que me mostráis decís y aun queréis que esté yo obligada a amaros. Yo conozco con el natural entendimiento que Dios me ha dado, que todo lo hermoso es amable; mas no alcanzo que por razón de eser amado, esté obligado lo que es amado por hermoso a amar a quien le ama; y más que podría acontecer que el amador de lo hermoso fuese feo, y siendo lo feo digno de ser aborrecido, cae muy mal el decir "Quiérote por hermosa, hazme de amar aunque sea feo". Pero puesto caso que corran igualmente las hermosuras, no por eso han de correr iguales los deseos, que no todas las hermosuras enamoran, que algunas alegran la vista y no rinden la voluntad; que si todas las bellezas enamorasen y rindiesen, sería un andar las voluntades confusas y descaminadas sin saber en cuál habían de parar, porque siendo infinitos los sujetos hermosos, infinitos habían de ser los deseos; y según yo he oído decir, el verdadero amor no se divide, y ha de ser voluntario y no forzoso. Siendo esto así, como yo creo que lo es, ¿por qué queréis que rinda mi voluntad por fuerza, obligada no más de que decís que me queréis bien? Si no, decidme: si como el cielo me hizo hermosa me hiciera fea, ¿fuera justo que me quejara de vosotros porque no me amábades? Cuanto más que habéis de considerar que yo no escogí la hermosura que tengo, que tal cual es, el cielo me la dio de gracia sin yo pedirla ni escogella; y así como la víbora no merece ser culpada por la ponzoña que tiene, puesto que con ella mata, por habérsela dado naturaleza, tampoco yo merezco ser reprendida por ser hermosa; que la hermosura en la mujer honesta es como el fuego apartado, o como la espada aguda, que ni él quema, ni ella corta a quien a ellos no se acerca. La honra y las virtudes son adornos del alma, sin las cuales el cuerpo, aunque lo sea, no debe parecer hermoso; pues si la honestidad es una de las virtudes que al cuerpo y alma más adornan y hermosean, ¿por qué la ha de perder la que es amada por hermosa, por corresponder a la intención de aquél que por solo su gusto con todas sus fuerzas e industrias procura que la pierda? Yo nací libre, y para poder libre escogí la soledad de los campos; los árboles destas montañas son mi compañía, las claras aguas destos arroyos mis espejos; con los árboles y con las aguas comunico mis pensamientos y hermosura. Fuego soy apartado, y espada puesta lejos. A los que he enamorado con la vista he desengañado con las palabras; y si los deseos se sustentan con esperanzas, no habiendo yo dado alguna a Grisóstomo, ni a otro alguno, el fin de ninguno dellos, bien se puede decir que no es obra mía que antes le mató su porfía que mi crueldad; y si me hace cargo que eran honestos sus pensamientos, y que por esto estaba obligada a corresponder a ellos, digo que cuando en ese mismo lugar donde ahora se cava su sepultura me descubrió la bondad de su intención, le dije yo que la mía era vivir en perpetua soledad, y de que sola la tierra gozase el fruto de mi recogimiento y los despojos de mi hermosura; y si él con todo este desengaño quiso porfiar contra la esperanza y navegar contra el viento, ¿qué mucho que se anegase en la mitad del golfo de su desatino? Si yo le entretuviera, fuera falsa; si le contentara, hiciera contra mi mejor intención y prosupuesto. Porfió desengañado, desesperó sin ser aborrecido: mirad ahora si será razón que de su pena se me dé a mí la culpa. Quéjese el engañado, desespérese aquél a quien le faltaron las prometidas esperanzas, confiese el qeu yo llamare, ufánese el que yo admitiere; pero no me llame cruel ni homicida aquel a quien yo no prometo, engaño, llamo, ni admito. El cielo aun hasta ahora no ha querido que yo llame por destino, y el pensar que tengo que amar por elección es excusado. Este general desengaño sirva a cada uno de los que me solicitan de su particular provecho, y entiéndase de aquí adelante, que si alguno por mí muriere, no muere de celoso ni desdichado, porque a quien a nadie quiere, a ninguno debe dar celos, que los desengaños no se han de tomar en cuenta de desdenes. El que me llama fiera y basilisco, déjeme como cosa perjudicial y mala: el que me llama ingrata, no me sirva; el que desconocida, no me conozca; quien cruel, no me siga; que esta fiera, este basilisco, esta ingrata, esta cruel y esta desconocida, ni los buscará, servirá, conocerá, ni seguirá, en ninguna manera. Que si a Grisóstomo mató su impaciencia y arrojado deseo, ¿por qué se ha de culpar mi honesto proceder y recato? Si yo conservo mi limpieza con la compañía de los árboles, ¿por qué ha de querer que la pierda, el que quiera que la tenga, con los hombres¿ Yo, como sabéis, tengo riquezas propias, y no codicio las ajenas: tengo libre condición, y no gusto de sujetarme; ni quiero ni aborrezco a nadie; no engaño a este, ni solicito a aquel, ni me burlo con uno, ni me entretengo con el otro. La conversación honesta de las zagalas destas aldeas, y el cuidado de mis cabras me entretiene; tienen mis deseos por término estas montañas, y si de aquí salen, es a contemplar la hermosura del cielo, pasos con que camina el alma, a su morada primera.


sábado, 12 de abril de 2014

De surtida y para llevar.

¿Qué hay banda? Pues les traigo una compilación de unos borradores de escritos que jamas he publicado y no he mostrado a nadie. Así, espero que los disfruten como yo los disfrute escribiendo. Pues sin más preámbulos, aquí están.

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Una gran urbe, todo parece tan caótico, pero nadie se tropieza con nadie, un desorden muy bien acomodado. Veo a un hombre de traje azul cremotina parado en la esquina. Jamas lo volveré a ver en mi vida. Alguna vez había estado en la misma película, estos truenos que rebotan en mi cabeza, ahora no creo que sea mi imaginación quienes lo causan, son reales. Siguen sonando. Los pulsos en mi cabeza también son verdaderos, lineas indiscretas golpeando a la multitud. Bestiales instrumentos emergen del azul infinito, instrumentos de muerte, instrumentos creados por algún loco fumando un cigarrillo AppleBlack de aquella época, instrumentos subestimados por otros mucho más cuerdos que fumaban AppleBlack. 


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Se había sentado un lugar detrás de mí, me había puesto sumamente nerviosa cuando entro al salón. No me hubiera sentido tan nerviosa y emocionada si él no hubiese llegado tarde y con su profunda voz pidiera permiso de entrar a clases.

Era la segunda vez que inscribía Calculo 2, pero desde que lo vi el cuatrimestre pasado en Álgebra, nunca pude, o mejor dicho, nunca tuve el valor para entablar una pequeña charla. De hecho una vez en aquella clase, llego más temprano que yo, se sentó dos lugares junto al que yo tomaba y pude haberme cambiado de lugar (obvio junto al suyo), pero llego su amigo el güerillo aquel, y se interpuso entre mi y lo que sería un contacto del tercer tipo. Bueno, tal vez exagero con que fuese del otro mundo el chamaco ese, pero muchas veces sentía su mirada cuando terminaba la hora, y yo salía antes que todos para evitarlo, ¿por qué lo hacía? No se porque le huía todo ese tiempo, creo era el hecho de no conocerlo, y mi gran deseo de platicar un rato con él.

¡Okay, okay! Tal vez estoy exagerando, pero ¡como se peina, como viste! Incluso su aroma al estar cerca de él. Siempre de traje, como si fuese a dirigir una empresa al terminar clases.
De acuerdo, sé, son cosas banales, pero el chico es muy intelectual, se nota cuando participamos en clase, y las veces que he chismorreado las conversaciones de él y sus amigos, que aunque no tan formales igual se ven bien portaditos, son a falta de adjetivos, de alta alcurnia. Conversaciones donde hablan sobre la trascendencia de humano, de la mente y la materia, de todas formas como cualquier grupo de hombres terminan con cosas propias de su genero.

En fin, me desvié un tanto, pero regresando a este cuatrimestre y la situación actual, él sentado detrás de mí. Espero no salir "corriendo" como todas la clases de Algebra. Ahora voy a voltearme, lo mirare, me armare de agallas y le hablare.
-¿Qué hay, Salvador cierto?, Tu ibas conmigo el cuatrimestre anterior ¿verdad?
-Si, en Algebra. Eres Erica ¿no? -Respondió y pregunto entre sorprendido y divertido.
-Así es. -Una voz coqueta se me escapo, casi por instinto. Una parte de mí no lo podía creer, se había acordado de mí. -¿Por qué no te sientas aquí a mi lado?

La sorpresa se notaba clara en su cara, tomo su pequeña libreta, su estuche y se sentó junto a mí. Me di cuenta que su rodilla temblaba impaciente, y en su cuello brotaban gotas de sudor, obviamente era el calor de verano y el traje que jamás le había visto sin quitarse el saco.

Yo ya estaba encarrerada. Justo cuando iba a hacer mi jugada pidiéndole su correo para los trabajos de la clase, dio la hora y termino Calculo 2, se despidió rápidamente de mí, y fue el primero de todos en salir. Ese gran muchacho se había desvanecido tan veloz, que cuando salí a del salón para buscarlo, ya no se encontraba en los largos pasillos de la facultad.

Lo bueno, lo volví a ver cada clase de Calculo, e intentaba nuevamente hacer alguna jugada, pero lo malo, cada vez que lo intentaba empezaban el temblor de la rodilla, y el sudor del cuello y ser el primero en salir. Bueno igual no es tan malo, ahora yo se que se siente ser la secreta admiración de alguien.


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No tardo en cerrar la puerta del departamento, ellos solo querían un lugar para resguardarse, pero él no lo permitió. Tomo una varilla y mientras forcejeaban la débil puerta, les permitió por un instante entrar, solo para recibir una tunda y dejarlos en el suelo a los tres, con ayuda de sus hermana, sacaron a los tres chicos inconscientes del edificio, y  al volver a entrar, después de cerrar la puerta con seguro, escucharon gemidos, sonidos guturales y cliqueos. Supieron que estaban perdidos los que estuvieran fuera a esa hora. No había nada que pudieran hacer. Él solo escribió una nota que iniciaba:

Para aquellos que no me entendían...
Para aquellos que creían hacerlo...



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Llego a las 8:00 p.m. Martes. Después de un día lleno de altos y bajo, solo deseaba su cama y su rica almohada.

Aventó la mochila a su silla del escritorio. Se acostó en su cama y se quedo pensando:
"He trabajado y estudiado todo este tiempo, he dedicado mi vida. Pero a pesar de todo mi esfuerzo, no me siento feliz"

Pero él no creía en la felicidad, o al menos eso se repetía cada vez que pensaba eso mismo todos los martes  cuando llegaba a las 8:00 p.m., solo deseando su cama y su rica almohada..
"Tal vez deba buscarla, aunque sea muy difícil encontrarla"

Siempre concluía lo mismo, después continuaba con sus trabajos de investigación de la maestría, cenaba y se iba dormir a no más tardar las 11:30 de la noche. Pero esta noche, esta noche algo difirió de todas las demás que llegaba a las 8:00 p.m., solo deseando su cama y su rica almohada, ésto, siendo martes.

-Tal vez deba buscarla, aunque sea muy difícil encontrarla- Repitió en voz alta.

Se levanto rápidamente. Tomo Su libreta de notas personales, aquella del montón de útiles de la maestría. En ella contenía, con recelo y oculto a simple vista, un pequeño diario que abandono después de zanjar una etapa tosca y dura de la universidad.

Se sentó en el escritorio, encendió la lampara de estudio, alcanzo el sencillo portaminas de la mochila, y empezó a escribir una de las tantas ocurrencias que pasaban por su hemisferio derecho.



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A mi me lo han contado como la Guerra de los Champiñones Gigantes, o al menos eso dice mi niñera Archie 5, programada para cuidarme cuando se van mis papás a la Tropolí, Pero ellos dicen que fue un mal necesario, o que eso le contaron sus abuelos y a ellos su padres, que estábamos rompiendo con todos los límites de nosotros y de ellos.

Ahora es muy difícil distinguir entre unos y otros, y así como con los humanos existió y sigue existiendo religiosos y no religiosos, con las MIAs (Maquinas con Inteligencia Artificial, o llamadas  simplemente como maquinas), están la vertiente que ha ofrecido su vida al servicio de la humanidad y de las propias MIAs, y las que se han exiliado a la luna, donde nadie se mete con ellos y pueden vivir su propia cultura.

Después de la pacificación en la Tierra, según mis profesores de historia, se tuvieron que cambiar muchísimas leyes, la mente de personas y maquinas tuvieron que abrirse a un nuevo tipo de futuro. Tantos años después de la Guerra de los Champiñones Gigantes, existe una crimen, que entre humanos se le dice de "Odio". 
"Crímenes por Alma", mi papá me cuenta que se les ha catalogado en el Diccionario Penal Internacional como: Aquellas violaciones a la vida e integridad de la misma, por considerar a un grupo de entes pensantes, como fuera de la creación o bien considerarlos imperfectos.
La mayoría de estos casos suelen ser asesinatos de un grupo religioso extremista a una MIA, o un loco MIA seguidor de los cuentos Nietzschinianos que mata a un ser humano.


miércoles, 9 de abril de 2014

Preparando el azador.

¿Qué hay banda?

En estos momentos, como he notado que se ha estancado el blog, les preparare una publicación de surtida y para llevar, o mejor dicho, una compilación de algunos de borradores con ideas de cuentos y sueños que escribí al instante de levantarme e incluso un pequeño fragmento de lo que fue un diario personal de hace unos años. Solo deben esperar a que transcriba de la mejor manera posible lo que sea que yo desee publicar. 

Esta mariposa esta aquí porque
no necesita mayor razón para estarlo.
Esta idea viene con la intención de que aquellos escritores amateurs o profesionales, guionistas, poetas, cantantes de bañera, pensadores, filósofos de campo, músicos, cineastas, artistas, grafiteros, reporteros y humanistas, tengan nuevas ideas para sus obras, o ya sea que compongan, añadan, modifiquen, alteren, corten, peguen o tatuen cualquiera de las palabras que les presentare.

Esto lo hago porque muchas de estos textos, las he dejado a un lado, y me sirvieron en su respectivo momento en lo que sea que hayan sido buenos, y ahora quiero compartir todo esto con el deseoso de conocerme o que simplemente desee leer algo dominguero. Si te sirve, excelente, si no, igual de excelente será.

Supondré que no tardare tanto en solo transcribir, eso espero.

Comenten, suscríbanse, mandenme correos y difundan las subcultura rulardillesca por la red.

sábado, 15 de marzo de 2014

No es un cuento

Ahora les traigo otro cuento que escribí para el concurso de cuentacuentos del 2012 de mi facultad, no gane, pero eso no implica que sea malo, en lo personal, yo prefiero el anterior que públique "Busqueda" porque tuve más tiempo y deseo de escribir aquel que este. Aun así, espero lo disfruten y me comenten que tal les parecio.

Se despertó Gabriel por la luz de la mañana que atravesaba las grandes ventanas del cuarto, pero eso no lo decidió a levantarse, hasta que su hija parada junto a su cama lo animo por fin:
-¡Papi, papi! ya levántate, me prometiste que iríamos hoy. -La pequeña empezó a moverlo de lado a lado, mientras el apenas descansado padre se incorporaba al nuevo día.
-No quiero que lleguemos tarde. Aunque sea domingo y hoy no vayas a tu trabajo, no es como para levantarse tan tarde. -El regaño de la niña al padre le sorprendió bastante, jamás creyó que una lección de hace 2 años sobre el valor de las primeras luces del día y, el rendir diario, le hicieran parecer a su hija de 12 años y a su ya difunta esposa casi idénticas.
Ambos se asearon, desayunaron, bajaron los tres pisos del edificio, y se subieron en elFord Fiesta del hombre. Cuando metió la llave en el coche para arrancar, notó algo sumamente raro, era como si la mecanicidad de conducir hoy no lo fuera, apenas sentía saber cambiar las direcciones de la marcha, se esforzó un poco incluso para recordar que tenía que dar reversa, para poder salir primeramente del cajón del estacionamiento. Con unas menores complicaciones, por fin pudo salir del estacionamiento y partir junto a su pequeña hacia el centro de la ciudad.
Como si el tiempo volase, ya se encontraban en el trigésimo octavo piso. No recordaba  el angustiado padre que entre su casa, el centro, encontrar lugar para estacionarse y la caminata hacia el edificio más grande de la ciudad, obtuviese esos tiempos records. De hecho casi no recordaba bien porque calles había cruzado para llegar a La Torre, como le llamaban a ese edificio tan nuevo y gigantesco en ese pequeño rincón olvidado por Dios.
-¡Mira papi! Desde aquí se ve la ciudad entera, y ahí está el río, y el puente, y allá está la casa, aunque no la vea, pero ahí está, ¿verdad papi? -Con mucha alegría, señalo la niña todo el paisaje que se lograba ver en el mirador de La Torre, cada vez con los ojos más abiertos y con grandes suspiros de emoción.
-Sí Daniela, tiene que estar ahí, pero otros edificios la tapan, pero nuestra casa de todas formas sería un puntito, porque se encuentra muy lejos.- Comento también muy contento Gabriel de que ella se encontrara tan emocionada con el lugar.
Volteo el hombre de anchas espaldas a ver si se estaban divirtiendo de la misma manera las demás familias, y cada rostro le pareció familiar aunque no pudo reconocer absolutamente a nadie, momentos después Daniela dio unos pasos atrás como espantada por algo, tanto que toco la pared junto al elevador que los había llevado a tales alturas.
-¿Qué te pasa mi cielo?- Interrogo el fuerte hombre a la niñita.
-Es que te vas a caer papi –Hablo con un aire triste y cabizbaja.
-No hija, yo no me puedo caer, mira –Abrió los brazos hacia el paisaje-. Todo el vidrio hace de pared para evitar cualquier accidente a las personas.
Daniela volteo la mirada a los ojos de Gabriel, y este descubrió unos ojos más azules y mucho más serios de los que había tenido alguna vez su hija.
 -Eso no importa papi, porque el vidrio está roto –El tono de voz de la niña se escucho ahora grave y hasta agresivo.
Gabriel volteo, el vidrio estaba quebrado, casi como si este fuera una telaraña gigantesca y él fuese una mosca para deguste de otro insecto. Volvió la mirada a su hija y un aire lo aventó fuera, rompiendo por completo el cristal del mirador, vio como su hija se volvió una completa sombra mientras él caía desde un edificio más alto de lo que recordaba. El aire podía sentirlo fuertemente en sus oídos, cada segundo se volvió lento, incluso sentía como si cada latido fuera un terrible golpe de martillo en todo su cuerpo, el viento empezó a volverse más denso y cada vez lo sentía menos fuerte, como si su caída fuera alentada por algo, su pesadilla había terminado.
No recordaba que se durmió 2 horas antes en el sillón especial para la piscina, y se despertó gracias a caerse en el agua. En verdad a Gabriel no le agradaba la idea de tener hijos, así que lo sucedido en sueños le pareció aun más improbable de lo normal.
Ya era de noche cuando salió de la piscina, él solo quería un descanso de la ardua semana que tuvo en la oficina. Tomo sus sandalias, una toalla que estaba cerca y entro por la entrada trasera a su casa, una casa “humilde” para un solterón adinerado.
Subiendo las escaleras hacia el 2º piso pudo ver a Jocelyn, una mujer atractiva a los ojos de cualquier varón respetable, luciendo un vestido gris muy provocativo para los ojos del gran hombre.
-Supongo que no estás listo para la reunión de la compañía –Murmuro la dama a Gabriel con tono coqueto, mirándolo solo en traje de baño y con una toalla al hombro.
-Deja me cambio, amor –Tomo a la mujer de la mano y la guio por el pasillo hasta su cuarto, el último de otros 3. Uno servía como salón de estudio, otro era donde se encontraba la mesa de billar, el minibar y otros artilugios más para el vano entretenimiento. Uno más, el más cercano a la escalera se encontraba vacío, solo teniendo su lámpara de techo, una ventana de amplia ala y sus contactos eléctricos. Este último cuarto se encontraba en ese estado por no hallarle función alguna.
Una vez con la ropa adecuada, sugerida por la bella joven, Jocelyn salió por el pasillo, mientras Gabriel se peinaba para finalizar.
-Ya estoy listo para esta noche –Salida del cuarto cuando ella lo abrazo dulcemente y de una forma que jamás había hecho con él, luego le dio un beso muy tierno en los labios. Entonces le susurro:
-Cierra los ojos…
-¿Qué tratas de hacer? –Le cuestiono Gabriel.
-Cierra los ojos… -Volvió a susurrarle pero ahora de forma más confidente, obedeciendo el hombre muy sumisamente-. Ahora encuéntrame.
Ella lo soltó, se escucharon pasos alejándose de él, risas de Jocelyn, y una puerta que se abría y se cerraba. Gabriel abrió los ojos, toda la casa estaba oscura, excepto por las luces que se asomaban por las ranuras de los cuartos en el pasillo.
Se acerco y abrió la puerta del salón de estudio. Una voz burlona se escucho:
-¿Crees que estoy ahí? –No era la voz de Jocelyn la que traían las paredes.
Cerró ahora la puerta del salón de estudio, camino al cuarto donde se encontraba la mesa de billar y escucho su propia voz, aunque no provenía de su boca:
-¿Crees que estas ahí? –Gabriel creyó ser una broma de muy mal gusto por parte de Jocelyn, se había espantado antes, pero ahora empezaba a enfadarse.
Decidió entonces, sin inspeccionar la sala de entretenimiento, ir mejor a la habitación vacía, y cuando apenas toco la perilla de la puerta, la voz de Jocelyn susurraba:
-¿Tú quieres encontrarme? ¿Tú quieres abrazarme? ¿Qué quieres encontrar? –Al escuchar esto, el hombre con mucha valentía giro la perilla, abrió la puerta y en medio de la habitación se encontraba un anciano pequeño, sentado en el suelo sobre sus pies, muy al estilo oriental.
-Ven, siéntate conmigo –Hablo el anciano y él, estupefacto, siguió el consejo. Se sentó en frente del pequeño hombre, que estaba vestido de azul-. Creo que buscabas a alguien, pero yo no soy esa persona.
-No, no lo creo –Gabriel dejo de tener miedo por lo antes sucedido en el pasillo, y también gracias a la gran calma destilada por el viejo.
-¿Dónde estoy? –Pregunto Gabriel.
-Estás en tu casa, no desperdicies este encuentro con cosas que son obvias. La pregunta correcta sería: ¿a quién buscas? –Señalo el pecho de Gabriel-. Porque cuando la encuentres, a esa persona, saldrás de este sueño y podrás darte cuenta de tu realidad.
-Entonces si estoy en un sueño, ¿cómo puedo salir?
-Todos estamos en un sueño, solo esperamos ser despertados por la persona indicada, tú estás en otra parte de tu subconsciente. Pero no te preocupes, yo te ayudare a salir de aquí –El anciano, alzo la mano derecha hacia el techo, inmediatamente la bajo clavándola profundamente en el pecho del gran hombre, retiro la mano y no había sangre o marcas de algún tipo. El anciano solo sostenía una masa incorpórea y amorfa, que al soltarla, se extinguió cual hoja de papel al fuego.
Respirando arduamente Gabriel, sentía como todo se resolvía en su mente.
-Ahora de vuelta a la realidad – La mano izquierda del viejo en la frente de Gabriel hizo que todo brillara como una explosión de energía. De todo ese brillo empezó a distinguir luces rojas y azules, luego empezó a oír sonidos agudos y chillantes.
-Despierta hijo –Escucho una voz grave y ronca-. Estas en problemas –Era un oficial de la policía que lo levantaba del suelo y esposaba contra la pared.
Todo estaba claro: las medicinas en La Torre; el “corto” viaje de regreso; Daniela que había huido por la ventana; la riña con su esposa, Jocelyn; Jocelyn sin vida al fondo de las escaleras.
Había dejado sus medicinas para la esquizofrenia en La Torre… golpe en la cabeza… La Torre... Daniela triste… La Torre… golpe en la cabeza… Daniela corriendo… La Torre… La Torre… La Torre…
                                                           Fin