No puedo escribir ese máximo sentimiento que los grandes poetas y que nuestro padres suelen expresar, porque tal vez estén incapacitadas mis manos y mi boca para expresar eso. Pero el cariño que te demostré esa vez con las mismas inexpresivas partes, fue auténtico y real, y la duda no estaba en mi, no había rastro alguno en esos instantes. Fugaz, sí, pero de la misma forma yo no olvido las sensaciones tan ridículamente pasionales y arrebatadoras que tu figura fantasmal provoco en mí esa tarde de verano.
Tal vez ni si quiera mi corazón este capacitado para esas cuestiones, lo que si, es que creo que es una decisión, y tal vez perdí el tiempo. Mucho tiempo. He perdido tanto tiempo, que solo un cobarde escribiría de forma pública y anónima como lo hago en este momento, y admito que lo he sido y lo soy. He tomado la decisión de no decir las grandes palabras que muchos deberíamos anhelar para ser felices, he tomado la decisión de no tomar la decisión. No en esta vida. Pero, tal vez, por un momento, en el libro de nuestra biografías, la mano divina que las escribe, coincidió en que unas lineas fueran nuestras, unas lineas que aunque nos han causado un poco de dolor más en uno que en otro, si es que ha habido alguno, tal vez podría decir que más en mi alma, por la impotencia del tiempo perdido. Aunque del susodicho dolor de la misma alma no es cuantificable ni comparable, por lo que solo un idiota como el autor de estas olvidadizas palabras podría aseverar.
Bien, hay que admitir que cualquier mal que exista, realmente es una ilusión, y que yo ahora, como el día siguiente a tus abrazos, siento algo realmente memorable, satisfactorio y resplandeciente en esos párrafos en los cuales nuestros biógrafos coincidieron.
No seré el más cercano, y tal vez jamas lo sea, y tampoco es que lo desee. Sonara egoísta, pero solo puedo prometer nuestra amistad y cariño habrá de quedar, quizá para volver a unir nuestras historias y entretener el ocio que tanto provoca en la ocasión y en el ocasionado. De esto, tal vez tu pienses lo mismo, y si no es así, entonces sigo siendo el tipo más tonto que conozco.
Tal vez sea una simple fijación por mi falta de experiencias, pero es bien cierto que en mi mente no dejas de recorrer los pasillos de esta cabeza de chorlito. Tal vez fuiste tu, tal vez fue la situación, no lo se, pero me enseñaste que puedo llenar por un pequeño instante el vació que reconocía ayer infinito, y hoy, puedo decir que se lo que deseo. ¿Cuántos días me habré preguntado esa existencial pregunta?
Hoy, pequeña tortuga, cual tus ancestros han llegado a esta playa y han decidido irse a vivir de nuevo al mar, has decidido tomar el mismo hogar, alejándote de esta playa en la que topamos nuestras narices. Quizá vuelvas, 1000 años después, cuando las arenas de este lugar sean de otro color. Quizá no vuelvas, pero en mi corazón tu estás, por lo que pude aprender contigo, coincidirás conmigo que eso es mínimo, pero ahí estás, tienes un pequeño rincón en ese corazón que alguna vez creí se aventuro y sentí había muerto en acción.
A donde sea que vallas, pequeña tortuga, te deseo vivas maravillosas aventuras, que surques los cielos acuáticos con algún compañero que esté a tu altura, a una altura a la que no estuve mas que un solo momento, a una altura que te acompañe por lo largo de tu viaje. Te aseguro que si dejaste una huella en esta playa blanquecina, el agua no la hará desaparecer, porque yo he pisado la misma huella y se donde pisar para que vuelva a aparecer.
¡Hasta pronto mi bella y pequeña tortuga!
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