En un lago oscuro me pierdo.
Mis oídos y mis ojos se tapan al sonido y la luz.
Puedo apenas escucharte, como lírica en mi imaginación.
Mis sentidos me obligan a sentir, peri mi cabeza no reacciona.
Cada intervalo, cada infinito segundo me niego a aceptarlo.
Me levanto del suelo y volteo hacia todos lados.
Aves e insectos me acosan en la hojarasca hecha un mar de gusanos. Me empujan en un acantilado repleto de voces aullantes y jadeantes.
Solo me queda un recuerdo en la dolorosa caída, solo me queda un faro por ver, pero es obvia tu ausencia. Es obvio tu vacío.
Un huésped que llego hace lustros. Indeseado y solemne a la vez. Un huésped cuya presencia se siente a la vez que su cuerpo fantasmal existe.
Aquel huésped que llego y no se va, que vive y no cumple sus deudas.
Siempre viviendo con él.
Siempre viviendo de él.
Siempre aprendiendo de él.
Siempre ocultándome de él.
Como el tormentoso y explosivo rugido de un volcán se aparece. Hierve el agua en contacto con su viscosa roca, siempre fluyendo hacia los valles de este lugar, enfriándose y cristalizando cada sensación, ocultándolos entre minerales salinos. Sal con sabor bírrico.
Juraría que se fue hace demasiado ya, pero las cenizas de su paso siguen tibias y penetrantes en el aire de estos rumbos.
Escuche que volvería por mí.
No deseo verlo.
No deseo quererlo.
Pero me obsesiona tenerlo.
Pequeñas punzadas recorren el hilo de mi espalda advirtiendo su llegada. Estupido y desenfrenada reacción toma mi acelerado cuerpo, para exiliarlo de una vez de estas escasamente benévolas tierras.
El Sol se oculta tras las nubes cuando se aparece, ni si quiera el astro se atreve a ser espectador de la trágica escena que acontecerá.
Un cielo marrón y gris es donde posamos nuestras miradas. La lluvia sucia y quemante cae a nuestras desnudas cabezas.
Desaparece, por un instante, solo por uno se aparece. Jamás regresara me repito, y me repito, me lo repito una y otra vez, de la misma forma que lo hice está y la anterior vez, y la anterior a aquella, y aun la anterior a esa.
Ahora que se ha ido, estrellas doradas pintan la poco fértil tierra , pero son estrellas fugaces con un Sol que se decide por esconderse en el horizonte de esta jornada.
Así como el cielo de nocturno se pinta, el recuerdo vuelve y mis oídos y mis ojos se tapan a las voces y las imágenes.
Juraría que se fue hace demasiado ya, pero las cenizas de su paso siguen tibias y penetrantes en el aire de estos rumbos.
Escuche que volvería por mí.
No deseo verlo.
No deseo quererlo.
Pero me obsesiona tenerlo.
Pequeñas punzadas recorren el hilo de mi espalda advirtiendo su llegada. Estupido y desenfrenada reacción toma mi acelerado cuerpo, para exiliarlo de una vez de estas escasamente benévolas tierras.
El Sol se oculta tras las nubes cuando se aparece, ni si quiera el astro se atreve a ser espectador de la trágica escena que acontecerá.
Un cielo marrón y gris es donde posamos nuestras miradas. La lluvia sucia y quemante cae a nuestras desnudas cabezas.
Desaparece, por un instante, solo por uno se aparece. Jamás regresara me repito, y me repito, me lo repito una y otra vez, de la misma forma que lo hice está y la anterior vez, y la anterior a aquella, y aun la anterior a esa.
Ahora que se ha ido, estrellas doradas pintan la poco fértil tierra , pero son estrellas fugaces con un Sol que se decide por esconderse en el horizonte de esta jornada.
Así como el cielo de nocturno se pinta, el recuerdo vuelve y mis oídos y mis ojos se tapan a las voces y las imágenes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario