sábado, 7 de junio de 2014

Debí besarle antes de irme

Sueño otra vez con ella, cada noche lo hago. Me despierta, me obliga a salir de la cama.
Me baño en agua fría, como lo he hecho desde niño, jamás me despertaría completamente si fuera de otra manera.
Me visto. Bajo al comedor. Mis padres ya están sentados, listos para ir a su trabajo. Mi madre tiene la misma tos mañanera de todos los días y mi padre siempre con la prisa por irse temprano.
Hoy termina la tercera semana de trabajo en la obra. Los topógrafos han definido el tercer frente y último, donde se trabajara hasta el final del proyecto. Me alisto para salir.
Botas de casquillo, puestas; Casco, en el coche; Chaleco, puesto; Radio, en el bolsillo derecho superior del chaleco; Celular, en el bolsillo derecho inferior del chaleco; Gafas, en el coche.
Llego al auto, ¿y las gafas y el casco? Veo a mi padre salir.
-¿Viste mis gafas y casco? –Le pregunto.
-No hijo, ¿no los dejaste en tu coche? –Me responde.
Un mes en tu primer trabajo y ellos ya no se fijan en lo que sea que hagas.
-Ma, has visto mi casco y mis gafas.
-No hijo, ¿no los dejaste en tu coche? –Misma respuesta, mismo motivo de ella.
Subo a mi habitación y les encuentro ambos junto a la PC, un tanto empolvados del día anterior. Los limpio con la camisa que traigo. Veo el reloj y ¡Sorpresa! Voy tarde.
El camino, lleno de baches que nadie ha pensado en atender. Una vez cerca de la obra, me estaciono y me pongo el casco blanco, distintivo de supervisores a los naranja de los obreros. Me coloco las gafas y empiezo la jornada de 11 horas de cada día desde que empezó el proyecto.
Imprevistos en la obra: Ninguno mayor. El plan de trabajo es asombrosamente bien dirigido por el ingeniero encargado del frente de trabajo donde soy parte de la supervisión.
Hora de la comida, sin problemas. Comemos rápida pero por mucho placenteramente. Nos contamos trivialidades y estupideces, nos albureamos, y contamos chistes entre mis compañeros como con los obreros que nos acompañan.
Antes de regresar a trabajar, le veo, solo por un instante, como dobla la esquina con horario de tren, exactamente a las 3:15 p.m., de la misma forma que lo hace todos los días. Es ella, a quien amo, a quien le dedico mis horas. Trabaja en un hotel 5 estrellas a 7 calles de la obra, como asistente del administrador general.
Anduvimos cerca de año y medio. Rompimos. Pero hoy la veré, después de estar separados por otros 4 meses. Espero ambiciosamente regresar con ella.
Termina la jornada a las 7:00 p.m. Antes de entrar al auto, me dice mi jefe el arquitecto aquel:
-Que tengas buen fin de semana. Y recuerda que ella solo te querría auténticamente si fueras el último hombre en la faz de la tierra. Ese tipo de mujeres solo son unas interesadas.
Tiene razón. Ella era así. Después de todo le compraba y hacia todo por ella, y jamás le importo. Incluso cuando tenía la última revisión de mi tesis para titularme, el lugar de la comida para celebrar, deje que ella lo eligiera. Fue lindo y estupendo, pero siempre fue ella la que mandaba sobre mí. ¿Por qué y si lo sé, como puedo amarla? Algunos dirán que es obsesión, otros que es locura. Si tuviera que elegir, preferiría decir que es locura, locura por ella.
Pase por ella a su departamento. Me esperaba en el pórtico, vestida como si no fuera a salir esa noche. Lo cierto es que de la obra con toda la suciedad que traigo, tampoco me veo como un galán que fuese a tener una cita memorable.
A pesar de la poca disposición que tuvo en semanas anteriores por vernos, hoy se veía diferente, con otra clase de actitud, más coqueta. Jamás le había visto tan coqueta, y ella fue sincera en aquel momento.
-Lo cierto, es que no vamos a regresar, y ya tengo a alguien que me provenga cada deseo que se me ocurra, pero no me satisface. Así que, puedes entrar y poseerme como si fuera la última mujer en este planeta. O puedes irte, pensando en el mundo rosa que siempre te has pintado tú mismo.
Una propuesta sincera y real. Sin mentiras, solo la verdad. Y a pesar de mi locura por ella, y mi deseo en llamas por su cuerpo ardiente, realmente sentí herido mi orgullo. Pensé unos segundos, quería quedarme, pero me fui sin voltear la mirada.
-Muy bien estúpido, nadie te va a amar –Me grito mientras algo se azotaba y yo iba camino al automóvil. “Solo un beso. Tal vez habría sido un buen trato, Solo eso” Pensé.
Cuando pienso por segunda vez, y antes de abrir la puerta del coche, regreso a la puerta de su departamento. Toco su puerta, abre ella, me mira como solo el placer de una victoria terminante se puede sentir. Le beso con todo mi deseo, caemos y rebotamos en el sofá y en el piso. Arrancamos cada prenda del uno y del otro. Las convulsiones de los cuerpos se hunden en un cielo raso de calor y furor.
Todo era sin pensar, tanque que ni nos habíamos fijado en dejar la puerta del departamento cerrada. No oímos los lentos pasos del que entraba, ni el corte del arma, nuestros propios gemidos ahogaban los tímpanos. Un metal frio toco mi cabeza, gire mi cuello para saber lo que pasaba. Y un hombre blanco con ojos azules me decía:
-Hoy se acaba la locura.

Cuando escuche el disparo, pase corriendo, salteando escombros y basura. Al entrar en esa habitación, un hedor amarro mi garganta y estrujo mi estómago. Tape mi nariz con un pequeño pañuelo que guardaba en el bolsillo del pantalón.
La imagen era patética, el cuerpo en descomposición, de una mujer de mediana edad en un sillón corroído por las ratas, y junto a la cama, en una silla, sentado en frente de un escritorio y encima de él revistas porno de hace muchos, muchos años, un hombre sin ropa interior, y cuyos sesos salpicaban las paredes y el cuerpo putrefacto, con un arma en una mano y la otra sosteniendo su miembro semierecto.
Salí de aquella habitación con un nudo en la garganta, no sé si provocado por la escena, o por el nauseabundo olor.
Me senté en lo que parecía un sillón de sala, y me puse a llorar.
Era a ciencia cierta la única persona que estaba viva. La única que podría haberme acompañado en este desértico planeta, y no llegue a tiempo, a tiempo para decirle que no estaba solo, que ya no estábamos solos, pero ahora, yo definitivamente lo estoy. Siempre lo había creído así, pero una pequeña esperanza había alcanzado mi cabeza cuando escuche sus gemidos. No me habría importado  encontrarlo haciéndose la paja, siempre y cuando estuviese con vida.
Nunca en mi vida había llorado tanto, incluso con la poca hidratación y pésima alimentación que podía darle a mi cuerpo, sentí lagrimas recorrer todo mi rostro. ¡¿Por qué?! ¡¿Por qué?! ¡¿Por qué?!
Todavía con lágrimas en los ojos, decidí recorrer un poco el lugar. Vi en las paredes muchos cuadros de fotos mal colgadas y otras tiradas en el suelo. Una muy particular me llama la atención: un gran estacionamiento y un edificio de un gran centro comercial, fechada con el 8 de Agosto del 2010. Junto a ella, abandonados como la misma foto, veo un casco blanco con unas gafas pegadas.
¿Qué esperanza puedo tener ahora?


Fin

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